Viajar está en la lista de actividades mas deseadas por los contemporáneos. Eleva nuestra cultura. Experimentamos con la vista y tacto lugares de los que teníamos acceso en fotos o vídeos únicamente. Socializamos con individuos que hablan otros idiomas. Incluso idealizamos cómo sería vivir en la ciudad o lugar que visitamos. Después: nace el deseo de contarle a la humanidad que visitamos Europa, Argentina, Estados Unidos, Rusia o donde quiera que estuvimos.
Invertir por el contrario es una actividad: aburrida, carente de interés para la mayoría, mucho menos para compartir a través de Instagram. Los individuos que nos dedicamos a ella creemos tener argumentos válidos para invitar a otros a hacerla con su dinero. En una conversación que sostuve esta semana mi interlocutor dijo: “con el 4% que han rentado mis ahorros en Skandia mejor me lo viajo”.
Él lleva 15 años ahorrando en un fondo privado de pensiones y la rentabilidad obtenida ha sido 4%. Computando la inflación, el rendimiento real se acerca a 1%. Con estas tasas es entendible la escasa resonancia de la idea de invertir en la mente de las personas. Entretanto: las playas de Dominicana, la vida nocturna de Madrid, la ciudad amurallada de Cartagena esperando nuestra visita.
En defensa de invertir: es posible obtener tasas superiores a 4%. La tenencia de capital contribuye a relativizar el deseo de viajar. Los inversionistas entienden mejor las reglas del sistema capitalista en que vivimos. Aquellos que llegan a edad adulta tienen medios más adecuados para cubrir sus necesidades.
Sin embargo, conseguir los beneficios de invertir implica aprender a postergar la gratificación. En serio: ¡Postergar la gratificación!: con las playas de Dominicana y todo lo demás.
En Finanzas Simples, entendemos que invertir nuestros ahorros en activos productivos y a su vez gastar en viajes que elevan nuestra cultura, es justo medio entre gastar y guardar. Cuando la balanza se desequilibra corremos el riesgo de convertirnos en: avaros o despilfarradores. ¿Qué opinan?