En el viaje a Leticia que realizo esta semana aprovecho para leer “Thinking in Bets”. Obra que ilustra la riqueza de aprender a razonar las decisiones como apuestas. La connotación de la palabra apuesta en el RAE se torna negativa. En el diccionario Merriam-Webster sin embargo es mucho más amplia: “a choice made by thinking what will probably happen”. En este, igual que en otros puntos, el inglés supera al español en su capacidad de conceptualización. Volviendo al libro, encuentro los siguientes puntos extremadamente relevantes:
La capacidad de razonar en apuestas revalúa la idea de bueno y malo. Las decisiones que tomamos normalmente no son binarias. Esto implica que entre los dos extremos del espectro existen variedades de grises que definen los resultados. Por ejemplo, en las decisiones empresariales ¿Cuánto del resultado es producto de la habilidad o de la suerte? ó ¿Es el resultado la fusión de elementos de habilidad y suerte?. En el caso de mi empresa ¿Fue la decisión de crear una SAI equívoca desde su nacimiento? ¿Cuánta suerte hemos tenido en la renovación del contrato del Call Center?
Razonar las decisiones de la vida como apuestas conlleva reconocer elementos dentro de nuestro dominio, lo que llamaremos habilidad o competencia. Y elementos por fuera de nuestro dominio: suerte. La combinación de ambos conduce al resultado. Favorable o desfavorable. Apropiar esta realidad es fundamental para entender el mundo y en consecuencia elevar la calidad de nuestras decisiones.
Descomponiendo el componente de habilidad de la ecuación. Es preciso adentrarnos en los sesgos que sufrimos los de la especie humana. El mas notorio para lo que nos ocupa: la tendencia a asociar buenos resultados con habilidad. Y los negativos con mala suerte. Gravísimo sesgo que nos impide analizar objetivamente nuestro desempeño mas allá del resultado. Paliativo de esta situación es activar en nuestro proceso de pensamiento la revisión minuciosa del proceso realizado. El objetivo: llegar más cerca de lo que los filósofos llaman la “verdad”. Es importante entender que la “verdad” está asociada a los hechos no a nuestros deseos o sentimientos.
Pasando a la suerte. La antinatural familiaridad con la incertidumbre conduce los humanos a pensar que somos capaces de controlar todos los elementos de un resultado. Lo cierto es que poquísimas decisiones dependen 100% de nosotros. Qué el mundo es un lugar impredecible y aprender a lidiar con esta realidad eleva la capacidad de razonar en apuestas. Hoy, por ejemplo, la firma Pivotal de Wall Street reveló un informe en el que sugiere que los cambios en el navegador de Google y en el IOS impactarán significativamente los ingresos de Facebook. El mercado reaccionó castigando la acción 3%. Los inversionistas en Facebook qué deberíamos hacer: ¿Comprar más acciones aprovechando el descenso? ¿Vender por la proyectada disminución de ingresos? ¿Esperar el resultado de dicho cambio?, ¿Validar la calidad y veracidad del informe?
El punto es el rol de eventos externos que salen plenamente de nuestro dominio. Y la tentación a racionalizar una decisión a partir de dichos eventos. En el caso particular racionalizar la decisión no convalida los hechos que probablemente todavía son desconocidos incluso para Mark Zuckerberg.
Estas ideas llevan a concluir que nuestras decisiones están marcadas por la calidad de nuestras creencias. Si nuestras creencias se forman a partir de información de baja calidad. Por ejemplo: que la edad de los perros es equivalente a siete años humanos o que el creador del universo nació y resucitó entre nosotros. La calidad de los juicios previos a la toma de decisiones estará influenciada por esa forma de razonar.
La invitación de “Thinking in Bets” es a reconocer la órbita de nuestras decisiones respecto de lo que controlamos y lo que no. Sustituir el pensamiento binario por una gama amplia de grises. Estar alerta de la influencia de sesgos y emociones. Y disfrutar esta ambigüedad exquisita en la experiencia humana.